Monasterios de la isla de Mallorca

Mallorca es reconocida en toda Europa por sus paisajes mediterráneos, pero bajo esa superficie de sol y mar late una dimensión más profunda. La isla ha sido desde hace siglos un territorio de retiro y contemplación, elegido por monjes, filósofos y místicos que buscaban silencio y comunión con la naturaleza.

Aquí, las montañas se convierten en altares abiertos al cielo, y los monasterios aparecen como refugios donde lo humano y lo divino parecen encontrarse. Para el viajero sensible, respetuoso con el entorno y deseoso de experiencias auténticas, Mallorca ofrece una geografía espiritual que trasciende lo turístico.

Caminar hacia estos santuarios no es solo un desplazamiento físico: es un viaje interior, una invitación a dejar atrás la prisa y reencontrarse con la esencia. Quien se acerca a los monasterios de la isla descubre que Mallorca no solo se contempla, también se escucha, se respira y se vive en silencio.

La montaña de Randa, corazón místico de Mallorca

En el centro de la isla se levanta la montaña de Randa, un enclave que, más allá de su valor natural, es símbolo de búsqueda espiritual. Su perfil aislado domina el paisaje mallorquín, recordando al viajero que algunas cimas no se conquistan con prisa, sino con recogimiento.

Fue en estas laderas donde Ramon Llull, tras una intensa crisis personal, decidió entregarse a la contemplación. Este pensador del siglo XIII, que hoy se recuerda como místico y visionario, se retiró en Randa para abrirse a una nueva vida dedicada al conocimiento, la escritura y la experiencia interior. Sus visiones y escritos, nacidos en esta montaña, siguen inspirando a quienes buscan un camino de sabiduría que una razón, fe y respeto por la naturaleza.

El legado luliano ha marcado para siempre la identidad de Randa. Caminar sus senderos es seguir, en silencio, la huella de aquel hombre que entendió la soledad no como aislamiento, sino como diálogo con lo trascendente. La montaña se convierte así en escenario de iniciación, donde cada viajero encuentra su propio ritmo, alejado del bullicio y de las masificaciones turísticas.

Los monasterios que reposan en diferentes alturas —Cura, San Honorato y Nuestra Señora de Gracia— representan tres estaciones de este viaje interior. Desde la base hasta la cima, Randa ofrece un itinerario que no solo conecta con la historia y la espiritualidad de Mallorca, sino también con una manera consciente y respetuosa de habitar el mundo.

Visitar la finca Treurer durante una excursión a los monasterios de Mallorca

Si planeas una ruta espiritual por los monasterios de Mallorca, especialmente los tres del Puig de Randa —Gràcia, Sant Honorat y Cura—, una excelente manera de completar la jornada es incluir una visita a la finca Treurer, situada en las proximidades del municipio de Algaida, a pocos minutos de la montaña.

Después de recorrer los caminos silenciosos de Randa y contemplar las vistas desde el santuario, la visita a Treurer ofrece una continuación natural de esa experiencia: una conexión entre la espiritualidad del paisaje y la vida agrícola mallorquina.

Una opción ideal es programar la visita a las 11:00 h, coincidiendo con el descenso desde el santuario. En la finca podrás disfrutar de una degustación guiada de aceites de oliva virgen extra, acompañada de productos locales de temporada. Antes, el paseo entre los olivos te permitirá conocer de cerca el cultivo tradicional y sostenible del árbol mediterráneo, en un entorno donde reina el silencio y el ritmo de la naturaleza.

Durante la visita tendrás ocasión de:

  • Recorrer el olivar y descubrir cómo se cultiva y cuida cada árbol siguiendo métodos respetuosos con la tierra.

  • Degustar aceites de oliva virgen extra Treurer, apreciando sus matices frutados, su textura equilibrada y sus notas aromáticas.

  • Disfrutar de un entorno rural auténtico, en plena calma, ideal para descansar después de la subida a Randa.

  • Visitar la tienda de la finca, donde encontrarás aceites elaborados allí mismo y otros productos vinculados al olivo, perfectos para llevar un recuerdo con sentido.

La combinación entre los monasterios del Puig de Randa y la finca Treurer en una misma jornada permite vivir una Mallorca interior, silenciosa y esencial: la de la piedra, el olivo y la serenidad del campo. Tras la visita, puedes regresar con calma hacia tu alojamiento o continuar hacia Llucmajor o Montuïri, completando un itinerario lleno de historia, paisaje y sabor.

La Montaña de Randa como centro telúrico de Mallorca

La montaña de Randa ha sido considerada desde antiguo un espacio donde confluyen energías invisibles, un lugar en el que la tierra y el cielo parecen encontrarse. Su posición aislada, emergiendo en solitario en medio del Pla de Mallorca, la convierte en un auténtico punto de concentración telúrica, percibido por generaciones como un ombligo de la isla.

Algunos estudiosos de la geobiología señalan que en Randa se cruzan líneas de energía telúrica, parecidas a lo que en otras tradiciones se conocen como líneas ley. Estas corrientes, que atraviesan la tierra, se perciben en ciertos enclaves como un aumento de vitalidad, paz o conexión espiritual. Esto explicaría por qué las culturas precristianas ya habrían usado cuevas y promontorios de la montaña como lugares de culto.

Quienes ascienden a Randa hablan de una sensación de calma vibrante, un silencio que no es vacío, sino densidad de presencia. Esta percepción se relaciona con la idea de que en la montaña se cruzan corrientes de energía natural, similares a las llamadas líneas ley en otras tradiciones. La experiencia del viajero espiritual es la de entrar en un territorio donde el tiempo se dilata y la mente se aquieta.

La tradición oral también conserva relatos de que en Randa se experimentan sueños más lúcidos y estados de calma profunda, especialmente en las cuevas donde hoy se encuentra el santuario de Nuestra Señora de Gracia. La sensación de “tiempo suspendido” que viven muchos peregrinos se relaciona con esta idea de que la montaña canaliza energías que conectan lo telúrico con lo cósmico.

Los tres monasterios que jalonan su ascenso pueden entenderse como estaciones en un viaje de transformación energética. En Nuestra Señora de Gracia, la cueva recuerda la fuerza telúrica y el arraigo en la tierra. En San Honorato, la vegetación y la altura intermedia evocan la vitalidad y la purificación del espíritu. Finalmente, en el Santuario de Cura, la cima se abre al horizonte infinito, como símbolo de claridad y conexión con lo cósmico.

Randa no es únicamente un lugar de oración cristiana: es, ante todo, un espacio de poder natural, capaz de hablar a cualquier persona sensible a la espiritualidad y a la armonía entre ser humano y naturaleza.

El Santuario de Cura

El Santuario de Cura se alza en la cima de la montaña de Randa, a 543 metros de altitud, como un faro espiritual que domina la llanura central de Mallorca. Su historia y su energía lo han convertido en uno de los enclaves más significativos para quienes buscan silencio, contemplación y conexión con la naturaleza.

Origen histórico y legado luliano

Ramon Llull habitó la montaña durante el siglo XIII, en plena experiencia de conversión. Sus visiones en Randa marcaron el inicio de su camino como filósofo y místico, y dieron a la montaña un aura espiritual que ha perdurado a lo largo de los siglos.

Posteriormente, el santuario se transformó en escuela de gramática y filosofía, convirtiéndose en un centro de formación intelectual además de religioso. Esta doble dimensión —espiritual y académica— convirtió a Cura en un lugar de sabiduría que aún hoy conserva su memoria en un pequeño museo y en el ambiente recogido de sus dependencias.

El ascenso como experiencia interior

Subir hasta Cura no es solo un recorrido físico: es un camino iniciático. La carretera asciende lentamente entre campos y bancales, y con cada curva se amplía el horizonte, como si la montaña preparara al visitante para la apertura final en la cima. El Pla de Mallorca se revela desde lo alto como un mosaico de pueblos, cultivos e iglesias que, visto desde Cura, parece disolverse en un único paisaje armónico.

Esta progresión culmina en la explanada del santuario, donde el horizonte se expande hacia las bahías de Palma y Alcúdia. En los días despejados, incluso la silueta del archipiélago de Cabrera se distingue a lo lejos. La sensación de infinitud convierte el mirador en un espacio natural de contemplación.

Instalaciones y facilidades para el viajero

El complejo actual conserva la iglesia, un patio interior y varias dependencias más. Pasar una noche en Cura significa experimentar el silencio total de la montaña, solo interrumpido por el viento o el canto de algún ave.

El santuario cuenta además con un restaurante que ofrece platos de la tradición mallorquina y vinos locales. Aunque la carta no está pensada específicamente para veganos, es posible encontrar opciones vegetales o solicitarlas con antelación. La comida, disfrutada frente a un horizonte que parece no terminar nunca, adquiere un carácter meditativo.

Simbolismo espiritual y energético

Cura representa la culminación del viaje ascendente de Randa. Los tres monasterios de la montaña marcan un itinerario iniciático: en Gracia, la cueva simboliza el arraigo en la tierra; en San Honorato, la altura intermedia evoca la vitalidad del espíritu; en Cura, la cima se abre al cielo como metáfora de plenitud y claridad.

Desde la perspectiva energética, el santuario encarna la conexión con lo cósmico. El aire que circula en la cima, el horizonte que abarca toda la isla y el silencio que se impone por sí mismo hacen que la experiencia sea más que un simple acto de contemplación: es un encuentro con lo infinito.

Restaurante del Santuari de Cura: datos principales

NombreRestaurante Santuari de Cura
UbicaciónPuig de Randa, S/N, 07629 Algaida, Mallorca
Teléfono de reservas+34 971 120 260
Tipo de cocinaCocina mallorquina tradicional, basada en producto fresco y de proximidad, respetando la tradición local.
Ambiente / ubicación del comedorAmplio comedor interior y terraza con arcos que ofrecen vistas espectaculares hacia la Bahía de Palma.
Opciones especialesOfrece opciones vegetarianas y veganas, admite dietas especiales y platos sin gluten bajo solicitud.
Horario generalAbierto todos los días hasta principios de noviembre; cerrado los lunes por la tarde.
Desayuno / cafeteríaServicio de desayuno y aperitivos típicos como “pa amb oli” tras la subida; cafetería con vistas panorámicas.
VistasDesde el restaurante y la terraza se contemplan panorámicas de la Bahía de Palma y buena parte de Mallorca.

El Monasterio de San Honorato

El Monasterio de San Honorato se encuentra en la ladera de la montaña de Randa, a unos 550 metros de altitud, en un nivel intermedio entre la cueva de Gracia y la cima de Cura. Esta ubicación ya revela su carácter: es un lugar de tránsito, de recogimiento sereno, un espacio que no busca imponerse con grandeza, sino invitar a la vida interior a través de la intimidad con la naturaleza.

Historia y tradición

El monasterio fue fundado en el siglo XIV y está dedicado a San Honorato de Arlés, obispo y monje del sur de Francia, cuya figura simboliza la entrega al silencio y la vida espiritual. Desde sus orígenes ha estado habitado por comunidades religiosas que eligieron esta ladera apartada para dedicarse a la oración y al estudio.

Durante siglos, San Honorato fue conocido como un espacio discreto, donde pocos peregrinos llegaban en comparación con la cima de Cura. Precisamente ese carácter lo ha preservado como un lugar de recogimiento y contemplación, alejado del bullicio turístico y de las multitudes.

Entorno natural y energía del lugar

San Honorato está rodeado por bosques mediterráneos de encinas y pinos, que filtran la luz y crean un ambiente fresco y recogido. La montaña aquí no se abre todavía en todo su esplendor: protege, abraza y encierra al viajero en un silencio denso, cargado de la energía telúrica de Randa.

Desde la perspectiva simbólica, San Honorato representa el camino intermedio: tras dejar atrás la raíz telúrica de Gracia, en esta altura se experimenta la vitalidad de la naturaleza y la purificación del espíritu antes de abrirse a la claridad de la cima en Cura. El monasterio es, por tanto, una estación de equilibrio, donde el ser humano se armoniza con la tierra antes de alzar la mirada al cielo.

Qué encuentra el viajero al llegar

Al ascender hasta San Honorato se descubre un complejo sencillo, compuesto por iglesia, celdas y dependencias, todas marcadas por la austeridad propia de un lugar de retiro. No hay grandes lujos, pero precisamente en ello radica su atractivo: la sobriedad invita a centrar la atención en lo esencial.

El monasterio no está abierto de forma permanente al turismo como Cura. Se utiliza sobre todo para retiros espirituales y convivencias, por lo que el acceso puede estar restringido según la época del año. Esto lo convierte en un espacio aún más reservado, donde la sensación de intimidad es real.

Experiencias recomendadas

Visitar San Honorato es detenerse en un lugar que conserva la autenticidad de la vida monástica. El viajero sensible encontrará aquí una oportunidad para:

  • Pasear lentamente por los alrededores, respirando el aroma del bosque mediterráneo.
  • Detenerse en el silencio de la pequeña iglesia, dejando que la sobriedad de la piedra invite a la introspección.
  • Meditar en los miradores intermedios, donde la montaña aún protege con su abrazo, antes de alcanzar la claridad de la cima.

Para quienes buscan evitar masificaciones, San Honorato es un refugio de serenidad. Más íntimo que Cura, y más elevado que Gracia, ofrece el equilibrio perfecto para conectar con uno mismo y con la fuerza natural de Randa.

Santuario de Gracia, Puig de Randa, Llucmajor
Santuario de Gracia, Puig de Randa, Llucmajor

El Santuario de Nuestra Señora de Gracia

En la falda de la montaña de Randa, excavado en la roca y rodeado de silencio, se encuentra el Santuario de Nuestra Señora de Gracia. Fundado en el siglo XV, este enclave es el primero que encuentra el peregrino al iniciar el ascenso, y desde antiguo ha sido considerado un lugar de gran fuerza espiritual por su integración con la montaña misma.

Historia y devoción mariana

El santuario se erigió en el año 1440, cuando los franciscanos decidieron establecerse en las cuevas de Randa. La tradición vincula el origen del lugar con la devoción a la Virgen de Gracia, cuya imagen aún hoy preside la iglesia rupestre. Durante siglos, el santuario fue meta de peregrinaciones locales, especialmente en tiempos de sequía, cuando se acudía a pedir lluvia, reforzando así la relación entre lo humano, lo divino y la tierra.

El poder telúrico de la cueva

A diferencia de Cura o San Honorato, Gracia está literalmente incrustado en la roca. Su espiritualidad surge del contacto directo con la tierra, evocando la idea de refugio, de vientre materno. No es un santuario que se abra al horizonte, sino que invita a recogerse hacia dentro, a experimentar la profundidad telúrica de Randa.

Quien entra en sus capillas excavadas siente la densidad del silencio, un silencio que no es vacío, sino vibración contenida. Aquí, la espiritualidad no se busca en lo lejano, sino en lo cercano: en la piedra, en la penumbra y en el arraigo con la tierra.

Entorno natural y arquitectura singular

El santuario está rodeado por acantilados y por un bosque mediterráneo que refuerzan la sensación de aislamiento. La fachada, adosada a la roca, da paso a un pequeño patio interior donde se respira calma. Las estancias interiores, austeras y sombrías, mantienen el carácter de refugio monástico y de lugar de retiro.

A lo largo de los siglos, Gracia se ha mantenido como un espacio discreto, nunca masificado. Hoy en día conserva esa atmósfera de intimidad y misterio, ideal para quienes buscan experiencias auténticas lejos del ruido.

Qué encuentra el viajero

El visitante descubre en Gracia una experiencia distinta a la de los otros monasterios de Randa. Aquí no hay grandes vistas ni panorámicas abiertas, sino una invitación a mirar hacia dentro. Es un lugar perfecto para:

  • Meditar en la penumbra de la iglesia rupestre.
  • Sentarse en el patio interior, escuchando el murmullo del viento entre las rocas.
  • Percibir la fuerza telúrica de la montaña en su estado más puro.

Simbolismo espiritual

En el recorrido ascendente por Randa, Gracia representa el inicio del camino interior: el arraigo en la tierra, el retorno al origen, la entrada en lo profundo. Mientras Cura simboliza la apertura al infinito y San Honorato el equilibrio vital, Gracia es la caverna sagrada, el lugar donde el alma se prepara para el viaje.

Para el viajero espiritual y respetuoso con la naturaleza, Gracia ofrece la experiencia más íntima: un encuentro con lo esencial, en un santuario que es a la vez templo, cueva y corazón de la montaña.

Un viaje respetuoso y consciente

Visitar los monasterios de Mallorca no es solo una experiencia turística: es una oportunidad de vivir la espiritualidad desde la sensibilidad hacia la naturaleza y la cultura local. Para el viajero que busca silencio, autenticidad y respeto, cada paso en la montaña de Randa o en los santuarios de la Tramuntana se convierte en parte de un camino interior.

Cómo acercarse a los monasterios

El peregrinaje a estos lugares se disfruta más cuando se hace con calma. Subir a pie por senderos señalizados, o detenerse en los miradores sin prisa, permite conectar con la montaña y con su energía telúrica. El silencio debe ser parte de la experiencia: se recomienda hablar en voz baja, evitar dispositivos ruidosos y contemplar el entorno como si fuera un templo abierto.

Viajar desde la sostenibilidad

Muchos monasterios se encuentran en entornos naturales frágiles, por lo que es fundamental visitar con conciencia ecológica:

  • Respetar los senderos y no dejar residuos.
  • Utilizar transporte compartido o bicicleta siempre que sea posible.
  • Reducir la huella ambiental alojándose en lugares que prioricen energías limpias y productos de proximidad.

De esta forma, el viaje no solo enriquece al visitante, sino que también protege la isla y su herencia espiritual.

Alimentación consciente y opciones veganas

Para el viajero vegano, los monasterios y sus restaurantes pueden ofrecer opciones sencillas de cocina vegetal. Platos tradicionales como el pa amb oli con tomate y aceite de oliva, las verduras de temporada a la brasa o las ensaladas con productos locales forman parte de la dieta mallorquina y pueden disfrutarse en estos espacios de calma. En lugares como Cura, avisar con antelación facilita que adapten la comida a necesidades específicas.

Escapar de las masificaciones

La verdadera esencia de estos monasterios se descubre en momentos de tranquilidad. Los amaneceres y atardeceres en Randa, o las visitas entre semana a Lluc o Valldemossa, ofrecen la posibilidad de vivirlos sin la presencia de multitudes. En esos instantes, la experiencia se vuelve más íntima y profunda, permitiendo percibir el carácter sagrado del entorno.

Un camino interior

Al recorrer estos monasterios con respeto, el viajero no solo contempla lugares históricos: se convierte en peregrino de su propio viaje interior. Gracia, San Honorato, Cura, Lluc o Valldemossa dejan de ser piedras y claustros para transformarse en espejos del alma, recordando que lo espiritual se encuentra tanto en la montaña como en la forma en que nos relacionamos con ella.

Otros monasterios en Mallorca que inspiran

Aunque la montaña de Randa concentra la esencia del camino espiritual mallorquín, la isla guarda otros monasterios y santuarios que, con su historia y su energía, también se convierten en lugares de retiro interior. Cada uno de ellos ofrece una experiencia distinta, pero todos comparten la capacidad de invitar al viajero a detenerse, contemplar y conectar con lo trascendente.

Lluc: santuario de la Virgen Negra en la Serra de Tramuntana

En pleno corazón de la Serra de Tramuntana, entre montañas y bosques, se encuentra el Santuario de Lluc, el centro espiritual más importante de Mallorca. Desde el siglo XIII es lugar de peregrinación por la devoción a la Mare de Déu de Lluc, la Virgen Negra, cuya imagen ha atraído a generaciones de fieles y caminantes.

Lluc no es solo un espacio religioso: es también un símbolo identitario para los mallorquines, un punto de encuentro cultural y espiritual. La atmósfera de sus patios, la basílica y los senderos que lo rodean transmiten un profundo sentido de comunidad y pertenencia. Para el viajero espiritual, Lluc ofrece la experiencia de sentirse parte de un peregrinaje compartido, en un enclave donde lo humano y lo natural se funden en un mismo canto de devoción.

La Real: cuna de silencio a las afueras de Palma

Muy cerca de la ciudad, pero rodeado de calma, se encuentra el Monasterio de la Real, que en su origen fue residencia de monjes cistercienses. Aquí también pasó temporadas Ramon Llull, escribiendo y meditando en un ambiente de recogimiento.

La Real conserva todavía un aire de claustro urbano, un lugar donde el visitante percibe la fuerza del silencio en contraste con el bullicio cercano de Palma. Su historia lo conecta directamente con la tradición espiritual de la isla y con la figura de Llull, que lo convierte en un espacio de referencia para quien busca conocer las raíces místicas de Mallorca.

Valldemossa: la cartuja y el retiro entre montañas

En la encantadora localidad de Valldemossa, entre valles verdes y montañas de la Tramuntana, se levanta la Cartuja, fundada en el siglo XIV como monasterio cartujo. Su arquitectura sobria y sus claustros transmiten la espiritualidad de una vida dedicada al silencio y la contemplación.

Aunque más conocida por la estancia de Frédéric Chopin y George Sand en el siglo XIX, la cartuja sigue siendo, en esencia, un lugar de recogimiento. Pasear por sus celdas, claustros y jardines permite al viajero sentir la serenidad de una vida retirada del mundo, en armonía con la naturaleza circundante.

Un mosaico de espiritualidad

Cada uno de estos monasterios —Lluc, La Real y Valldemossa— aporta un matiz distinto a la experiencia espiritual en Mallorca. Lluc encarna la devoción popular y la fuerza identitaria, La Real representa la continuidad del legado luliano, y Valldemossa transmite el silencio cartujo entre montañas. Para el viajero que busca profundidad, estos enclaves, junto con Randa, conforman un mapa sagrado de la isla, donde la espiritualidad se entreteje con la historia, la cultura y la naturaleza.

Visitar la finca Treurer durante una excursión a los monasterios de Mallorca

Si planeas una ruta espiritual por los monasterios de Mallorca, especialmente los tres del Puig de Randa —Gràcia, Sant Honorat y Cura—, una excelente manera de completar la jornada es incluir una visita a la finca Treurer, situada en las proximidades del municipio de Algaida, a pocos minutos de la montaña.

Después de recorrer los caminos silenciosos de Randa y contemplar las vistas desde el santuario, la visita a Treurer ofrece una continuación natural de esa experiencia: una conexión entre la espiritualidad del paisaje y la vida agrícola mallorquina.

Una opción ideal es programar la visita a las 11:00 h, coincidiendo con el descenso desde el santuario. En la finca podrás disfrutar de una degustación guiada de aceites de oliva virgen extra, acompañada de productos locales de temporada. Antes, el paseo entre los olivos te permitirá conocer de cerca el cultivo tradicional y sostenible del árbol mediterráneo, en un entorno donde reina el silencio y el ritmo de la naturaleza.

Durante la visita tendrás ocasión de:

  • Recorrer el olivar y descubrir cómo se cultiva y cuida cada árbol siguiendo métodos respetuosos con la tierra.

  • Degustar aceites de oliva virgen extra Treurer, apreciando sus matices frutados, su textura equilibrada y sus notas aromáticas.

  • Disfrutar de un entorno rural auténtico, en plena calma, ideal para descansar después de la subida a Randa.

  • Visitar la tienda de la finca, donde encontrarás aceites elaborados allí mismo y otros productos vinculados al olivo, perfectos para llevar un recuerdo con sentido.

La combinación entre los monasterios del Puig de Randa y la finca Treurer en una misma jornada permite vivir una Mallorca interior, silenciosa y esencial: la de la piedra, el olivo y la serenidad del campo. Tras la visita, puedes regresar con calma hacia tu alojamiento o continuar hacia Llucmajor o Montuïri, completando un itinerario lleno de historia, paisaje y sabor.

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